Entre las razones para que Argentina se quede rezagada con respecto a las economías más dinámicas como Singapur o Corea del Sur en las últimas décadas está la falta de innovación tecnológica y la ineficiencia de su sistema educativo. Esto ocurre a pesar de que Argentina supera a la mayoría de los países de América del Sur en una serie de indicadores de educación estándar.

La promoción del acceso a la educación ha sido históricamente una prioridad de las administraciones argentinas: por ejemplo, una Ley Nacional de Financiación de la Educación aprobada en 2006 ordenaba que un mínimo del 6 por ciento del PIB del país se destinara a la educación. Desde entonces, el gasto en educación ha aumentado considerablemente, pero los niveles de gasto siguen siendo inferiores a ese objetivo. (El gasto en educación se situó en el 5,87 por ciento del PIB en 2015, una cifra media según los estándares regionales).

La tasa de alfabetización de Argentina aumentó del 93,9 por ciento en 1980 al 98,1 por ciento en 2015, y el país tiene la tasa neta de matriculación en educación terciaria más alta de Sudamérica después de Chile (Instituto de Estadística de la UNESCO – IEU). En 2014, Argentina también tenía la segunda tasa neta de matrícula en educación secundaria más alta de toda América Latina (88,2 por ciento, según el Banco Mundial).

Problemas en el sistema educativo

Sin embargo, a pesar de estas tasas de matrícula comparativamente altas, el sistema educativo argentino produce muchos menos graduados universitarios como porcentaje de la población que los sistemas de los vecinos Brasil o Chile.

Un estudio de 2013 reveló que en 2010 Argentina tenía una de las tasas de deserción terciaria más altas del mundo. Sólo el 27 por ciento de los estudiantes argentinos terminaron sus estudios, lo que significa que Argentina tuvo una tasa de deserción del 73 por ciento, en comparación con el 50 por ciento en Brasil, el 41 por ciento en Chile y el 39 por ciento en México.

Las estadísticas del Ministerio de Educación de Argentina muestran que las tasas de deserción también son altas en el nivel secundario y que muchos estudiantes no se gradúan a tiempo: El 36,3 por ciento de los estudiantes matriculados en el décimo grado en 2015 estaban por encima de la edad escolar oficial, y las tasas de deserción escolar en los grados noveno, décimo y undécimo fueron del 9 por ciento, 12,5 por ciento y 8,6 por ciento, respectivamente.

Los estudiantes argentinos también tienen un desempeño deficiente en pruebas comparativas, como el estudio PISA de la OCDE. En 2012, Argentina ocupaba el puesto 57 de los 64 países participantes en el estudio, detrás de Chile, México, Uruguay y Brasil.

Un análisis del Banco Mundial de los resultados del aprendizaje de Argentina reveló que prácticamente no se había producido ninguna mejora en el rendimiento del PISA de Argentina entre 2000 y 2012, mientras que países como Brasil, Chile, Colombia, México y Perú lograron avances significativos.

Dado que Argentina es uno de los países más ricos de América del Sur, los académicos argentinos han señalado que problemas como las altas tasas de deserción escolar no pueden explicarse simplemente por factores socioeconómicos como la pobreza, sino que también se deben a la baja motivación de los estudiantes y a problemas estructurales dentro del sistema educativo. Entre las cuestiones que se han planteado figuran la naturaleza descentralizada y fragmentada del sistema y el hecho de que no existe un examen nacional de fin de estudios secundarios.

Lo que está claro es que existen notables disparidades regionales en el sistema educativo argentino. Como el octavo país más grande del mundo, Argentina es un país grande y culturalmente diverso. Existen diferencias significativas entre las provincias más rurales y los centros urbanos como la ciudad y la provincia de Buenos Aires, donde el 43,4 por ciento de todos los estudiantes de educación primaria, secundaria y superior no universitaria estaban matriculados en 2015.

Argentina tiene un sistema federal de gobierno, y las diferentes provincias tienen una amplia autonomía en materia educativa. Existen disparidades regionales en cuanto a la facilidad de acceso a la educación, la calidad de la educación, los presupuestos de educación, la infraestructura o los sueldos de los docentes, por citar sólo algunos ejemplos.

Estas disparidades se reflejan en la desigualdad de los resultados educativos en las distintas provincias. Las estadísticas del gobierno muestran que las tasas de graduación de noveno grado, por ejemplo, variaban entre el 66 por ciento en la provincia de Neuquén y el 88 por ciento en la provincia de La Rioja en 2015. Las tasas de deserción en el grado 12, de igual manera, oscilaron entre el once por ciento en Corrientes y el 32 por ciento en Tierra del Fuego.

Las reformas para tratar de ayudar a la educación

En reconocimiento de estas disparidades, las autoridades federales han adoptado en los últimos años varias medidas para armonizar los diferentes sistemas educativos bajo la jurisdicción de los gobiernos provinciales. En 2006, por ejemplo, se creó un Instituto Nacional de Formación de Docentes (INFD) con el fin de crear una estructura de formación de docentes normalizada y coherente en todo el país. Según el Ministerio de Educación, la creación del INFD ha contribuido en gran medida a reformar el anterior “sistema de instituciones de educación superior fragmentadas y de calidad desigual”.

Otras medidas de armonización incluyeron la estandarización de las calificaciones académicas mediante la creación de un “Catálogo Nacional de Títulos y Certificaciones de Educación Técnica Profesional” y un sistema federal de títulos y transcripciones para la mayoría de los niveles de educación (excluyendo la educación universitaria).

La Ley de enseñanza profesional y técnica de 2005 tiene por objeto sistematizar las normas de formación y los mecanismos de garantía de calidad en la enseñanza profesional en todo el país. En la enseñanza secundaria, el Gobierno está normalizando los planes de estudio en todo el país, reforma que se espera que concluya a finales de 2019. Las recientes directrices sobre la educación obligatoria tienen por objeto reducir las tasas de deserción escolar en la enseñanza secundaria y mejorar las tasas de promoción y graduación en toda la Argentina.

Todas estas reformas han contribuido a crear en la Argentina un sistema de educación secundaria y superior más homogéneo que el que existía a fines del siglo XX. No obstante, la normalización de la educación en el vasto país sigue siendo un desafío permanente y persisten las disparidades en el acceso, la calidad y la financiación.

Los docentes, por ejemplo, siguen protestando contra las disparidades salariales entre las distintas provincias y Argentina, y en 2017 y 2018 se produjeron huelgas y manifestaciones a gran escala organizadas por los sindicatos de docentes.