Antes de empezar a dar clases de educación especial para adolescentes, daba clases de preescolar. A pesar de la enorme diferencia de edad, descubrí que muchas de las habilidades que había adquirido como maestra de preescolar me eran útiles en mi nueva carrera como maestra de secundaria y preparatoria, incluyendo, por supuesto, mucha paciencia. Además, me di cuenta de los paralelismos en las etapas de desarrollo. Por ejemplo, los adolescentes pasan por su propia versión de los “Terribles Dos”, en el sentido de que de repente se ven inundados por un mar de nuevas emociones que quizá no puedan identificar o controlar. Al igual que los niños de dos años, también están experimentando con su independencia y su capacidad de acción de una manera que a menudo se percibe como desafiante.

La importancia de educarnos social y emocionalmente

El desarrollo social y emocional es un punto central en la educación preescolar. Los planes de estudio de la primera infancia reconocen la importancia de ayudar a los niños a comprender sus emociones, a aprender a autorregularse y a identificar las emociones en los demás y reaccionar adecuadamente. Sin embargo, el desarrollo social y emocional está muy ausente en los planes de estudio de la enseñanza media y secundaria.

Tengo la impresión de que si la vida social y emocional de los alumnos se valorara tan explícitamente como cualquier otra parte del aprendizaje, muchos menos adolescentes tendrían problemas de depresión, ansiedad, acoso escolar y comportamientos de riesgo. Es más, me imagino que los estudiantes que están emocionalmente sanos estarían mucho más capacitados para ser estudiantes comprometidos y exitosos. Sin embargo, este descuido de la salud mental no se incluye en el debate sobre cómo ayudar a nuestras escuelas “fracasadas”.

Hace años, cuando empecé a hablar de esta idea, le dije a cualquiera que quisiera escuchar que estábamos buscando erróneamente resquicios en la armadura, corrientes de aire alrededor de las ventanas y las puertas de esta institución educativa que habíamos construido. En cambio, lo que teníamos que hacer era darnos la vuelta y ver que una de las paredes estaba abierta. Ese muro que faltaba es el del desarrollo social y emocional.

Un paso sencillo para las escuelas: enseñar a los niños a meditar. Hay muchas pruebas empíricas de que la meditación puede mejorar la salud mental y disminuir el estrés, por nombrar sólo algunos de los muchos beneficios.